De cicloturistas, ciclodeportivas y carreras

Menudo lío nos tenemos montado con las salidas organizadas en bicicleta. Los más privilegiados, esos que pueden correr la Vuelta, el Tour y el Giro, saben a qué atenerse cuando van a un evento de esos pero los que practicamos bicicleterismo por la satisfacción que produce montar en bici pagandonoslo de nuestro bolsillo no tenemos esa suerte. El ciclismo, como los demás deportes, es lo que tiene: poquísimos profesionales que viven de ello y un sinnúmero de aficionados que acaban manteniendo una buena parte del tinglado.

Montar en bici solo, sin compañía, puede ser o no entretenido dependiendo de cómo lleve uno eso de las relaciones con otros seres humanos. Pero el ser humano, y el bicicletero/ciclista aficionado en especial, tiene siempre una vena competitiva que le lleva a intentar  ir más rápido que el que pedalea al lado. Con lo fácil que sería ponerle motor a la bici o simplemente comprarse una moto, que muchas veces son bastante más baratas que esos caballitos de carbono que utiliza la mayoría de los practicantes de este deporte, pues no. Nos gastamos los cuartos en aligerar unos cuantos gramos las bielas, otros tantos las ruedas, el cuadro, el manillar y hasta los tornillos, eso por no hablar de la moda esa que tan sabiamente han creado los fabricantes y que consiste en utilizar una bici para los días de diario, otra para los festivos, una aerodinámica, otra rodadora, otra de gran fondo, otra de crono y una gravel para cuando el entrenamiento se lleve a cabo en terrenos complicados. Afortunadamente la bici de ciclocross sigue siendo opcional, que para algo se han inventado los mountain bikes que son otro mundo no menos farragoso.

Salir en bici con compañía es fácil. Quedas con los amigotes y te das una vuelta con ellos, o te enteras de dónde sale una grupeta (se llaman así) y te les unes, que si llevas un paso parecido al suyo no suelen decir que no. En los piques de grupeta uno explora sus posibilidades jugando a ciclistas, y poco a poco va dándose cuenta de que a esos «rivales» les tiene cogida la medida (o ellos a él) y que convendría salir a ver mundo, una de esas necesidades humanas que acaban dando más disgustos que alegrías. Como lo de irse a pedalear con grupetas de otras ciudades no es muy viable una opción muy válida es apuntarse a carreras de verdad, de esas que recopilan las federaciones y para las que hace falta la correspondiente licencia. Y aquí está el primer problema: Las carreras, o son para aspirantes a ciclista profesional, o se corren en una categoría llamada Master, en la que participan unos tipos que corren como si los persiguieran, así que el común de los domingueros que aspira a  comprobar su estado de forma no puede ni pensar en participar en ellas. Queda una última opción: Las llamadas «marchas cicloturistas» (llamadas así, supongo, porque el ciclo lo hace el corredor y el turismo lo hace la familia que, aprovechando la coyuntura, viaja a otros lugares). Sobre estas marchas quería escribir hoy.

Creo que el término cicloturismo es muy inapropiado para referirse a este tipo de eventos. Un cicloturista no es un aficionado de menor nivel que los que corren en master, sino aquel que, como su propio nombre indica, hace turismo (él, no la familia, que todos no cabrían en la bici) a lomos de una bicicleta. Que no nos cuenten películas: En la mayoría de las marchas cicloturistas uno no se entera ni de por dónde pasa, encebollado como va en seguir la rueda del que le precede. Así que, o de repente nos reconvertimos todos a las alforjas y el parar cada vez que haya algo que ver, o borramos de la cabeza la mentalidad esa de «yo soy cicloturista». No, señores. Somos ciclistas. Infinitamente más lentos y menos hábiles que los pros y bastante más lentos que los Master, pero ciclistas. Así que cuando nos juntamos para pedalear juntos eso es una marcha C-I-C-L-I-S-T-A y no cicloturista, que el turismo ya lo haremos luego.

Una vez que hemos acabado con el empleo del término cicloturista para referirnos a esos eventos en los que nos juntamos a pedalear habrá que discutir el primero: ¿Hay cronometraje, clasificación, árbitros federativos, control de tiempos por chip…? Si es así, me da a mí que lo de marcha tampoco es. Si cronometramos, clasificamos, damos premio al primero, segundo y tercero, al rey de la montaña y de las metas volantes, creo que lo que tenemos es una carrera. Si no hay tanta parafernalia pero al final todos vamos como locos a ver cuánto tiempo hemos hecho y cuánto le hemos sacado al Rodrigo, ése que nos saca los ojos en las salidas-entrenamiento del domingo, eso también es una carrera. Me da a mí que llamarlas marchas tampoco es muy apropiado, aunque todavía quedan algunas como la Bilbao-Bilbao, que utiliza para publicitarse los términos «auténtico cicloturismo» y en la que siete mil personas circulan en bici durante ciento quince kilómetros en agradable compañía disfrutando del paisaje siempre que no se aglomeren demasiado en la carretera, que puede presumir de serlo. Recuerdo, como anécdota, que la primera vez que participé en la Bilbao-Bilbao me contaron que algunos espabilaíllos que quisieron correr más que el resto llegaron a la meta y se la encontraron cerrada porque todavía no era hora de abrirla.

Desafortunadamente creo que los términos «marcha cicloturista» no pueden dejar de utilizarse porque parece ser, junto con la convocatoria de una carrera que tiene unos márgenes temporales muy estrictos, la forma de conseguir que el Estado nos preste sus carreteras para poder llevar a cabo una salida organizada. A ver… el ciclismo de carretera no se practica por caminos. Por las carreteras pasan coches, camiones, autobuses y tractores, no son circuitos para la práctica del ciclismo, y además son de todos (también nuestras). Para salir de uno en uno o de diez en diez no hay que pedir permiso a nadie, pero para hacerlo de más de cincuenta hay que solicitar la correspondiente autorización administrativa, que creo que conlleva que la Guardia Civil nos escolte como si de un convoy se tratase. Para ello, la Benemérita fija unos límites temporales de ocupación de la vía que no solemos ser capaces de cumplir porque unos andan más  y otros andamos menos, y  esto lleva a que las marchas cicloturistas sean neutralizadas. Apuntarse a un evento de estos para que te lleven como un borrego a treinta kilómetros por hora de media sin despeinarte tiene poco sentido, pero es lo que hay. Algunos privilegiados, como los que organizan la Quebrantahuesos, consiguen celebrar una ciclodeportiva en la que se cortan carreteras durante una mañana entera, pero eso es difícil de conseguir para cualquier otro organizador.

¿Y qué podríamos hacer, entonces, para poder salir a batirnos el cobre con ciclistas como nosotros? Pues quizás tendríamos que recoger el concepto de carrera popular que se estila en atletismo, competiciones en las que hay unos pocos participantes de alto nivel y una pléyade de corredores que pagan para sostener económicamente el evento y de paso se codean entre ellos, porque a los de adelante ni los ven ni los huelen. Si puede cortarse una ciudad para llevar a cabo una maratón, una media maratón o un diez mil, pueden también cortarse carreteras secundarias para llevar a cabo la carrera ciclista de Valderrábanos del Monte. Digo yo. Pero mientras eso no ocurra, y las salidas organizadas y pagadas en bici sigan llamándose marchas cicloturistas,  que nadie se queje porque le llevan neutralizado o le dejan tramos libres enanos: Mientras no cambie la legislación, entre el primer Guardia Civil y el último no podrán pasar más de no sé cuántos minutos, que siempre serán pocos. Y esos señores no están ahí para amargarnos, sino para velar por nuestra seguridad, que no se nos olvide.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario