Reconozco que Juan Manuel de Prada es uno de mis escritores favoritos. Me gusta su narrativa repleta de palabras poco habituales, sus giros estilísticos y los personajes conceptuales que crea, alejados de la búsqueda del best seller tan habitual en la literatura contemporánea. Juan Manuel es uno de esos autores intemporales que continúan escribiendo a mano, y por lo que cuenta en la entrevista que ha inspirado estas líneas, sin apenas correcciones, de esos a los que uno admira y también envidia un poco porque la creación, también la literaria, sólo está al alcance de unos pocos y él es uno de ellos.
Hace un par de días pude leer una entrevista en las páginas cibernéticas de XLSemanal, que supongo que debe ser un suplemento de El Correo. En ella, como Umbral y tantos otros, nos habla de su nuevo libro. Mil ojos esconde la noche, la historia de un falangista de los años cuarenta del siglo pasado, época convulsa y oscura de la historia de España, narrada a lo largo de mil seiscientos folios de los que ahora publica los primeros ochocientos. Promete ser una novela de esas para leer sin prisas, alejada de la tiranía de los trescientos, de la lectura fácil y de los lugares comunes que tanto abundan, de esas que nos alejan del adoctrinamiento masivo y forzosamente ideológico que se nos impone desde los lobbys de poder mediático. Gusta llevarse a los ojos a alguien que no se pliega a ese discurso y nos brinda una visión diferente desde la perspectiva de la parte ignorada de la historia. Tan demócratas que nos creemos y no toleramos a los falangistas como en la época de la dictadura se hacía con los comunistas.
Pues va Juan Manuel, por otro lado tertuliano televisivo y se permite el lujo de juntar páginas y conseguir que se las publique una editorial de prestigio, de esas que a los demás nos mandaría a freír espárragos por muy suavizado que fuese nuestro texto, y va y describe a un tipo corrosivo que habla sobre cosas innombrables en la actualidad con naturalidad, nos dice que en la novela se habla de esas cosas de las que está prohibido hablar, y uno se enorgullece aún más de tenerlo entre sus escritores de cabecera, de aspirar a leerle más en cuanto tenga el tiempo que requiere la pausada lectura de sus páginas y hasta piensa que quizás nuestros hijos puedan heredar un mundo de igualdad no asimétrica tan distinto al que tenemos ahora.
Describir a un tipo que se sale de los cánones es algo que seguramente hasta venda en una sociedad en la que estamos aburridos a ver a hombres de cartón piedra en los seriales al uso y a la imposición de un concepto de masculinidad al gusto de las consumidoras. Lo que me ha impresionado es cómo se atreve a abordar el espinoso tema de la censura en la literatura y cómo reclama la libertad real de expresión para toda forma de arte, siga el discurso político que siga, llegando a etiquetar el estado actual como castración de las posibilidades artísticas del escritor. No es el primero que lo intenta, pero es uno más, y granito a granito se hace una playa.
Mejor no os perdáis la entrevista, no nos la vayan a censurar en cualquier momento.
JC Words 