All the lonely people

Los marginaron. Acabaron casi recluidos en sus casas y rodeados de la incomprensión de toda una sociedad que consideraba que ser extrovertido, dinámico, emprendedor, jovial y consumista eran los atributos deseables de todo ser humano. Mientras el mundo se lanzaba cuesta abajo y sin frenos arrastrando a casi todos a un pozo de destrucción y muerte ellos continuaron replegados en sus pequeños mundos, sin salir apenas de su habitación, rodeados de los familiares que pudieron aceptar su extraña forma de comportarse. Podían hacerlo, vivir en reducidos espacios físicos embebidos en un rico mundo interior que nadie quiso compartir, ni siquiera ellos, y sin juzgar con acritud a ese mundo hostil a pesar de todas las agresiones que sufrían día a día.

Dijeron de ellos que eran una forma atenuada de locura, que tenían dificultad para el placer, que eran incapaces de establecer vínculos con otros seres humanos y no sé cuántas lindezas más. La mayoría consiguieron trabajos en los que nunca se integraron socialmente, otros no salieron nunca de ámbitos familiares en los que primero se apoyaban en sus padres y después en esas extrañas parejas que acababan creando porque a ellos siempre les venían a buscar y más que elegir fueron elegidos. Vivían bien, la mayoría muy bien, aunque estuvieran condenados al ostracismo social y no pudieran seguir un formato de relación en el que nunca creían ni tampoco querían. Quizás por eso se les marginó. Por eso y porque no caían en las tentaciones de ese consumo que parece sustentar toda nuestra sociedad capitalista ni se daban a las veleidades del victimismo y la queja organizada que tan de moda están y que algunos llaman progresismo. Ellos, simplemente, vivían su vida a su manera, de un modo tan distinto a lo prefijado que se les consideraba discordantes.

Y de repente, como cada cierto número de años, apareció una epidemia que lo puso todo patas arriba. La gente enfermaba y enferma, moría y muere, y lo peor es que enfermará y morirá porque mientras los mercaderes se afanan en conseguir un tratamiento, bien sea utilizando los que parecían servir para otras cosas o bien creando una nueva vacuna que nos promete inmunidad eterna sin saber si eso es posible, ese ángel exterminador que anda suelto por ahí seguirá haciendo las suyas. Y las suyas son castigar los formatos de comportamiento más típicos de esa sociedad opresora, vacía y vacua que impone el desprecio de la propia piel, el babeo incontrolado, la anulación de las distancias y el absoluto desprecio por la propia vida y la de los otros. Y ellos son la nueva evolución de la especie, los que más probabilidades de sobrevivir tienen por selección natural.

Porque no necesitan vender su piel, ni su alma, ni hacinarse mientras huelen el sudor y los perfumes baratos de quienes también están hacinados, porque las ceremonias y rituales del mundo vacío tampoco les dicen nada, porque tienen suficiente vida en su interior como para no andar mendigándola ahí afuera y porque son capaces de relacionarse desde el respeto y la experiencia compartida creo que son los patitos feos que se convierten en cisnes. Aunque creo que para que eso ocurra harán falta dos o tres oleadas más de acción del ángel exterminador, porque de la primera hay algunos que han aprendido bien poco.

Escrito el 4 de julio de 2020

by Jc, 2024

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